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miércoles, 21 de octubre de 2009

LA POBREZA Y EL SUICIDIO

La pobreza y el suicidio


Saúl Arellano | Opinión Domingo 15 de Abril, 2007 | Hora de creación: 00:00| Ultima modificación: 02:21

Explicar el suicidio es una de las tareas más complicadas a que se puede enfrentar cualquier persona. Pensar la muerte no es una tarea de vivos, decía Unamuno; y pensarla como resultado de la decisión de quitarse a sí mismo la vida se sitúa aún más en el umbral de lo que no puede ser expresado.
El suicidio es una de las decisiones más radicales que puede asumir cualquier persona; constituye uno de los fenómenos más extremos en las sociedades contemporáneas, y puede percibirse al mismo tiempo como uno de los más severos cuestionamientos a nuestra civilización.
Nadie puede sostener que una persona que se quita la vida lo hace por una sola causa; el suicidio, como todo fenómeno social, es multicausal y responde a una compleja red de situaciones, vivencias, circunstancias, emociones y sentimientos, que llevan a una persona a decidir que la vida no es más digna de ser vivida.
Es difícil saber cuántas personas se suicidaban antes de contar con los complejos registros estadísticos
creados en el siglo XX; es difícil conocer las causas y los contextos sociales de los suicidas; pero lo que sí se puede saber, es que el suicidio, al menos a partir de la segunda mitad del siglo XX, ha sido en muchos casos, una de las salidas más duras ante la barbarie de Occidente.
Filósofos, poetas, pintores, actores, bailarines e incluso moralistas, han optado en el siglo XX por ponerle fin a su existencia frente a los horrores que la humanidad ha construido: las guerras, los holocaustos, el crimen, la devastación ecológica y la pobreza masiva mundial, son sólo algunas de las causas que algunas de las inteligencias más agudas de nuestros tiempos, han esgrimido como motivo de su decisión de optar por el suicidio.
Pero el suicidio está lejos de ser decisión sólo de intelectuales; el suicidio a finales del siglo XX y principios del siglo XXI está creciendo aceleradamente en muchas sociedades y países; lamentablemente el nuestro entre ellos. Hoy, la soledad, el abandono, la desesperación social, la falta de expectativas, las adicciones y otros fenómenos no menos complejos, están llevando a miles de personas a renunciar a la existencia.
En efecto, en 2005, INEGI reportó que en nuestro país hubo 2,970 suicidios, más otros 227 casos en que las personas que lo intentaron, no lograron quitarse la vida. La magnitud y las dimensiones de lo que esto implica están más allá de las capacidades de comprensión que hoy nos ofrecen la sociología, la psicología y la propia filosofía.
sarellano@ceidas.org

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